Mala persona
Pepe es un hombre querido por todos los que lo rodean, conocido por su bondad y generosidad. Siempre dispuesto a ayudar, su vida parece estar marcada por la alegría y el cariño de quienes lo aprecian. Sin embargo, todo cambia cuando recibe un diagnóstico devastador: padece una enfermedad terminal y solo le quedan unos pocos meses de vida. Ante esta noticia, Pepe se enfrenta a un dilema profundo y emocional.
A medida que la enfermedad avanza, la preocupación de Pepe crece. Sabe que sus seres queridos sufrirán mucho con su partida y, aunque no puede evitar la muerte, busca una manera de disminuir el dolor que causará su ausencia. Después de reflexionar sobre la situación, toma una decisión extrema y dolorosa: transformarse en la peor persona del mundo. Cree que, al alejar a sus amigos y familiares de él, les será más fácil sobrellevar su muerte, ya que no sentirán la pérdida de alguien que alguna vez fue tan bueno. Pepe se embarca en un proceso de autodestrucción emocional, cambiando su comportamiento y su forma de relacionarse con los demás.
Comienza a ser egoísta, cruel y distante, mostrando una versión de sí mismo completamente opuesta a la que sus seres queridos conocen y valoran. Sus acciones y palabras se vuelven hirientes, y poco a poco, las personas que antes lo rodeaban se alejan de él. Pepe se convence de que está actuando por el bien de todos, aunque el dolor de esta transformación lo consume por dentro. Sin embargo, cuanto más lo intenta, más difícil le resulta desprenderse de su esencia, ya que, a pesar de sus esfuerzos, una parte de él sigue siendo el mismo hombre bondadoso y amoroso.
A lo largo de este proceso, Pepe comienza a darse cuenta de que sus seres queridos no solo lo quieren por lo que es, sino también por la relación que han construido juntos. El amor y el cariño no desaparecen de inmediato, ni se disipan por un cambio de actitud. A medida que sus últimos días se acercan, Pepe entiende que el verdadero sufrimiento no radica en la despedida en sí, sino en la manera en que él elige enfrentarla. Y aunque sus esfuerzos por proteger a los demás de su dolor no surten el efecto que esperaba, descubre algo mucho más profundo: que, aunque la muerte sea inevitable, el amor y la memoria que deja atrás perdurarán mucho más allá de su partida.
Así, Pepe enfrenta sus últimos días con una nueva perspectiva sobre la vida y la muerte, comprendiendo que, a pesar de todo, el amor que dio y recibió no depende de su perfección, sino de la autenticidad de sus relaciones.