Raquel es una joven que ha vivido desde siempre fascinada por Ares, su vecino. Desde la primera vez que lo vio, se sintió atraída por su presencia cautivadora y enigmática. Aunque Ares es el centro de sus pensamientos, la relación entre ambos se ha mantenido a distancia: Raquel lo observa desde su ventana, se encuentra con él por casualidad en el pasillo del edificio o en la calle, pero nunca han intercambiado una sola palabra. A pesar de este silencio, la conexión que Raquel siente por él es profunda, y ella está convencida de que él es la pieza que falta en su vida.
Con el tiempo, Raquel se ha decidido a hacer todo lo que esté a su alcance para lograr que Ares se enamore de ella. Para ello, no escatima esfuerzos en perfeccionar su apariencia, en estudiar sus gustos e intereses, con la esperanza de acercarse más a él y ganar su atención. Sin embargo, no se trata de una obsesión ingenua, sino de un deseo consciente de conquistar el corazón de alguien que ha cautivado su mente y emociones. Raquel sabe que está arriesgando mucho, pero tiene muy claro que no está dispuesta a perderse a sí misma en el proceso.
Raquel no es una joven impulsiva ni descontrolada. A pesar de sus sentimientos intensos, ha aprendido a ser racional y a no dejarse llevar por la euforia de la pasión sin control. En su interior, tiene una fuerte determinación de no sacrificar su bienestar personal ni su identidad por conseguir lo que desea. Con cada paso que da, se enfrenta a las incertidumbres del amor, pero también a la dura realidad de las decisiones que debe tomar para protegerse a sí misma, sin renunciar a la posibilidad de alcanzar la felicidad junto a Ares.